"La soledad separa de cualquier otra realidad y lleva a la propia nada. Ninguna apariencia puede ayudar. Ya no hay ningún apoyo superficial ni ningún sustitutivo. El hombre queda desnudo y sin defensa ante Dios en la pobreza y la debilidad que constituyen todo cuanto posee. Antes que la soledad le lleve al encuentro con Dios, le revela primero todos sus límites y su infinita insignificancia. Por su combate solitario, los ermitaños expulsan el mundo caduco, dejándose adivinar cierto resplandor del mundo transfigurado. La soledad refleja así algo de la realidad más profunda del corazón del hombre en donde se desencadena ese combate; la soledad es alternativamente desierto y paraíso, tumba del pecado y seno del mundo nuevo; es pascua de Jesús, es precisamente lo que la celda debe enseñar al monje que se esfuerza en perseverar en ella.
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